Adolf von Harnack | ||
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Adolf von Harnack. | ||
Información personal | ||
Nacimiento |
7 de mayo de 1851 ciudad de Dorpat, departamento de Tartu, región de Livonia Estonia | |
Fallecimiento |
10 de junio de 1930 Heidelberg, Alemania | |
Sepultura | Antiguo cementerio de San Mateo de Berlín | |
Nacionalidad | Alemana | |
Religión | Luteranismo | |
Familia | ||
Padres |
Theodosius Harnack Marie Harnack | |
Cónyuge | Amalie von Harnack | |
Hijos | Ernst von Harnack | |
Educación | ||
Educación | doctorado | |
Educado en |
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Supervisor doctoral | Moritz Wilhelm Drobisch y Adolf Ebert | |
Información profesional | ||
Ocupación | Teólogo, bibliotecario, historiador de la Iglesia, profesor universitario, escritor e historiador de la religión | |
Empleador |
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Miembro de | ||
Distinciones |
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Adolf von Harnack (Livonia, 1851-Heidelberg, 1930) fue un teólogo luterano alemán y un organizador de la investigación científica.
Era hijo del profesor de teología pastoral Theodosius Harnack, y hermano gemelo del matemático Axel von Harnack.
Estudió en las universidades de Dorpat y Leipzig. Fue posteriormente profesor de las Universidades de Leipzig, Giessen y Berlín. También fue director de la revista Theologische Literaturzeitung y de la Biblioteca Real de Berlín. Autor de la Escuela liberal, desde los presupuestos del racionalismo tardío, contribuyó a la antigua búsqueda del Jesús histórico.
En 1911, Harnack desempeñó un papel pionero en la fundación de la Kaiser-Wilhelm-Gesellschaft, actualmente la Sociedad Max Planck, y fue su primer presidente.
Ayudó al kaiser Guillermo II a redactar su proclama ¡Al pueblo alemán![1] del 6 de agosto de 1914 en la que se instaba a los alemanes a luchar en la Primera Guerra Mundial.[2] Harnack fue uno de los intelectuales alemanes que apoyó activamente la participación de su país en el conflicto bélico, y justificó la invasión alemana de Bélgica —contraria al derecho internacional—. Además, responsabilizó al Reino Unido de la guerra por su alianza con Francia y Rusia, dado que consideraba al país eslavo como representante de una cultura «bizantina-mongola-moscovita» a la que había que combatir.[3]
Tras la guerra, su apoyo a la República de Weimar y al socialdemócrata Friedrich Ebert le conllevó la animadversión de los sectores más conservadores. Se unió a aquellos teólogos protestantes dispuestos a pactar con los católicos para pacificar la situación política del país, y apoyó infructuosamente la candidatura del centrista Wilhelm Marx. Aunque crítico con el materialismo de los socialdemócratas, en uno de sus últimos ensayos políticos —pocos años antes de la llegada al poder del nazismo— denunciaba aún con más firmeza a quienes pensaban solucionar los asuntos «a través de desfiles, esvásticas y cascos militares»; según Harnack: «esos intentos son siempre inútiles por cuanto nadie puede hacer retroceder el curso del tiempo. Toda reacción, por tanto, solo conducirá al terror blanco y a la guerra civil».[4]